Tenemos la estructura completa. Ahora, hemos de lograr mover al gigante con una precisión absoluta. Estamos hablando de 350 toneladas de masa móvil distribuidas en barras de acero, motores, espejos, cables, e instrumentación científica, que se deslizan sin apenas rozamiento y con una precisión microscópica, pudiendo apuntar y seguir a un objeto en el universo situado a miles de millones de años luz.
Para localizar un objeto celeste, el telescopio se mueve en dos ejes. Los movimientos de acimut (paralelo al horizonte) y elevación (en altura) se encargan de localizar los objetos a observar. Su funcionamiento se asemeja al de los cañones de los barcos: primero, el cañón rota sobre su base y luego busca el objetivo en altura.
Una vez localizado el objeto es necesario hacer un seguimiento del mismo con motivo de la rotación terrestre. Éste fenómeno exige disponer de movimientos para compensar dicha rotación y mantener fija la imagen de los objetos que se estén observando. Si el telescopio dispusiese de un eje de rotación paralelo al de la Tierra, bastaría con un sólo movimiento para hacer el seguimiento. Pero al no tener ningún eje paralelo al terrestre, es necesario aplicar movimiento en tres ejes de rotación: acimut, elevación, y corrección de la rotación de la tierra.
Este tercer movimiento se denomina rotación de campo y en el caso del GTC esta corrección se hace mediante rotadores mecánicos de los instrumentos.